"Chawan" Taiwan 2016







El viaje
Cuento de origen tibetano


Dos monjes van de viaje. En tres días no han visto más que a una vieja en el umbral de su cabaña. Fue ayer; les ofreció un poco de cebada tostada, ligada con té y mantequilla rancia. Aquel trampa del día antes ya les ha bajado a los talones. Tenían hambre y frío. De pronto, empezó a llover. El monje más joven se protege como puede con un faldón de su manto. El mayor camina delante en silencio. Cae la noche sin que se vea en el horizonte ningún lugar en el que refugiarse, ningún templo, en la montaña. El joven novicio ya no puede más. No sabe dónde termina aquel interminable viaje. "El templo zen no debe de estar lejos -dice para sí-; me parece que nos acercamos a kamakura, pero ¿será ese nuestro destino? 
Rompiendo la estricta consigna de silencio, se atreve a preguntar a su superior, que avanza con paso firme:
"Maestro, ¿a dónde vamos?
-Ya estamos-responde el maestro.
-¿Queréis decir que el final de etapa ya está cerca? - insiste el joven monje
-Aquí, ahora. Ya estamos".
El novicio, espantado, mira el sendero pedregoso que se adentra en la bruma. A lo lejos, las temibles cimas se pierden ya en la noche. Tiene miedo, y frío, y hambre. Y de repente, en un claro, comprende. Se acuerda de las palabras que a menudo ha oído repetir en el monasterio: "El Zen es un camino que va… ". En cada paso por ese camino, está incluida la eternidad. En el presente anida la vida, el oasis, lo infinito. Saboreo el presente; el pasado ya se fue, y el futuro es un sueño; sólo el presente es. "Cuando despiertas a la verdad -dice un poema antiguo-, tu mente se vuelve brillante y luminosa, como un rayo de luna".
Repitiéndose estas cosas, el novicio avanza en paz.

***
Imaginémonos un sendero apartado, en una montaña o en un bosque que conduce a la morada de un sabio. Ahí vemos aparecer el pabellón de té. Su construcción es simple, está hecha de madera y bambú. Aquí de lo que se trata no es de oponerse al tiempo, de deificarlo mediante una irrisoria eternidad de piedra, sino de "abrazarse" a él. la sala en la que entramos es de superficie modesta: unos nueve metros cuadrados (dos esteras y media); tres o cuatro amigos cabrán cómodamente. Una pintura zen, un ramo de flores del capo por todo adorno. El hogar de carbón de madera, el hervidor de hierro redondo cubierto de pátina, el recipiente del agua, el cucharón de bambú, un trapo blanco inmaculado, los botes de té, los boles tradiciones corrientes. El maestro de té lleva a cabo los gestos rituales con eficacia, lentitud, cuidado y amor. La conversación va transcurriendo, apacible; se habla de poesía, de historia, de arquitectura. Muy suavemente se va apagando el ligero ruido de las voces, y todos contemplan en silencio los boles familiares. El tiempo se encuentra en suspenso; armonía, serenidad.
a lo largo de los siglos, el ritual se fue complicando, se fueron conviniendo cientos de reglas sobre el arreglo floral, la manera de verter el té, etc., pero Rikyu, el más célebre de los maestros de té, recordaba:

El té no es otra cosa que esto:
Hacéis hervir el agua
Hacéis infundir el té
Y os lo bebéis…
Es todo cuanto hay que saber.

Los más bellos cuentos zen -Henri Brunel-

Estos son mis cuencos para la exposición de Taiwan que este año se celebra en Miaolin -Taiwan- del 1 al 10 de noviembre del 2016









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